A finales del porfiriato, 1907-1908, una crisis económica
internacional afecto a México. La crisis fue especialmente dura y perjudico a
toda la población.
Las consecuencias fueron desastrosas para toda la población
mexicana. Los empresarios, al verse obligados a reducir su producción,
créditos, insumos o mercados tuvieron que sanear su nómina o reduciendo los
salarios o despidiendo empleados.
La crisis económica es uno de los factores que repercutieron
para el estallido de la Revolución Mexicana a finales del porfiriato.
Las leyes de colonización y la acción de las compañías
deslindadoras favorecieron la concentración de la tierra en pocas manos y el
despojo de las propiedades comunales indígenas. La separación de los campesinos
de su tierra contribuyo a formar a una vasta legión de proletarios, cuya mano
de obra libre, desposeída de medios de producción, fue requisito indispensable
para aparición del capitalismo.
Todo esto modifico profundamente la estructura agraria
mexicana. Enormes latifundios, muchos de ellos en manos extranjeras, formaban
con haciendas el paisaje rural mexicano.
Surgió una lucha permanente de las comunidades contra la
voracidad latifundista, lo que provoco la presencia de fuerzas rurales en
vigilancia constante.
Numerosas haciendas producían productos para exportar:
tabaco, azúcar, café, henequén, etc.; era necesario importar maíz para
satisfacer la alimentación de una población rural desposeída y descontenta, que
formaba la mayoría de la sociedad.
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